Puntada a puntada: cuando la costura se convierte en arteterapia

La Associació in via in via y Fyob ponen en marcha un taller de arteterapia para supervivientes de violencias machistas

Encontrar su propia belleza, tanto interior como exterior. Éste es uno de los objetivos que Laura Pradas tenía en mente cuando puso en marcha Fyob (Find Your Own Beauty), una marca de ropa feminista y con valor social que busca romper los estereotipos de género. Sin embargo, consciente de que ella puede crear y comunicar, pero no dedicarse al 100% a la acción callejera, ha decidido dar un paso más: aliarse con una entidad que trabaja día a día para erradicar las condiciones de desigualdad que generan violencia y discriminación y que ofrece atención integral a mujeres, niñas, adolescentes, jóvenes y colectivos vulnerabilizados, centrando su mirada en la recuperación de los daños causados por las violencias machistas: la Associació in via.

Y es que el proceso de recuperación y reconstrucción de una misma después de haber vivido una situación de violencia machista no acaba con la denuncia o dejando atrás al maltratador. Se trata de un proceso largo y complicado, con muchas curvas, dudas y aprendizajes. Siendo así, la Associació in via hace ya unos años que puso en marcha el proyecto Claudel, un taller de arteterapia para jóvenes y mujeres supervivientes de violencia machista, especialmente violencia sexual. Se trata de un trabajo grupal, guiado y sostenido por un equipo profesional, basado en la creación artística, el juego y el espacio de encuentro como herramientas de autoconocimiento y reconstrucción de la base del ‘yo’, fuertemente dañado por las experiencias vividas. Hay que tener en cuenta que, para muchas jóvenes y mujeres, hablar de un hecho traumático puede resultar aterrador. En este sentido, la arteterapia ofrece un acompañamiento psicoterapéutico que rodea el hecho traumático a través de la producción.

El espacio que propone y articula el proyecto Claudel incluye de forma específica el uso del material artístico como medio, sea la pintura, la cerámica o, como ha permitido la colaboración de Laura, la costura. Así, a partir de una colección de kimonos blancos de Fyob y recortes de ropa dejados atrás por otras residentes del recurso de acogida, surgió el primer taller de costura como arteterapia.

El taller se lleva a cabo una vez por semana y participan 12 mujeres de procedencias, experiencias y vivencias muy diversas, todas ellas atravesadas por recuerdos de violencias vividas que las asaltan cuando menos se lo esperan. Pero con su talante repetitivo, la costura les permite entrar en un estado casi meditativo, obligándoles a enfocarse en la labor que tienen entre manos y olvidarse de otros pensamientos o recuerdos intrusivos. «Durante el rato que deben estar concentradas pueden parar de revivir la película de terror que han vivido y relajarse», asegura Beatriz López, psicoterapeuta y encargada de transformar un simple taller de costura en terapia.

Como explica López, se trata de darle un sentido, una vuelta a cada situación para que del taller no sólo se lleven una experiencia creativa y un kimono. Por ejemplo, muchas mujeres tienen problemas a la hora de escoger telas o un color: cuando se encuentran ante una mesa con cuatro telas y la posibilidad de escoger, se bloquean, no saben cuál les gusta más, y piden a alguna de las compañeras que elija por ella. Mientras que esto podría pasarse por alto en cualquier otro taller de costura, en éste, que tiene esta parte terapéutica, se reflexiona sobre qué está pasando. «Intentamos recuperar la voz, que la mujer en cuestión pueda tomar una decisión, y entender qué le está dificultando tomarla», explica la psicoterapeuta, que detalla que muchas veces es porque siempre han estado en relaciones de sumisión y nunca en la vida les han dado voz para tomar una decisión.

Aquí, en cambio, la voz la recuperan juntas, en este espacio de sororidad en el que también van charlando mientras cosen. Aunque Beatriz a veces conduce un poco la conversación, ellas comentan y se explican lo que cada una de ellas está viviendo: una cita con el abogado, una visita con la psicóloga, un juicio… ”Y se dan consejos, porque al igual que cada mujer tiene un nivel diferente de costura, cada una de ellas también lleva más o menos tiempo en la casa de acogida, y tienen mayor o menor recorrido terapéutico”, puntualiza López. Así, cuando una nueva joven o mujer entra en el recurso de acogida, las demás le animan, le dicen que al principio también se sentían así, que todo es muy abrumador, pero que pasado un tiempo se sentirá mejor.

Además, detalla la psicoterapeuta “la aguja, a diferencia de otros materiales, ofrece mucha contención; es decir, tú controlas la aguja, mientras que la pintura se puede derramar o esparcir fuera de tu control”. Con la aguja, pues, puntada a puntada y poco a poco, las 12 mujeres que participan en el proyecto, a las que la violencia machista había hecho perder el control de su vida y de sus sentimientos, se van reconstruyendo a sí mismas y recuperando el control a la vez que crean, de inicio a fin, esa segunda piel que es la ropa, que las protege y que también grita al mundo quienes son.


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